Inició, tratando de explicarme el modelo freudiano de ego, ello y superego. Le pedí respetuosamente que me diera alguna fórmula más sencilla, entonces me habló del vaso y el agua. Me dijo que ponga agua en él y preguntara a las diferentes personas que deseaba avaluar qué veían. Aquellos que contestaran medio lleno serán los positivos y los que contestaran medio vacío serán los negativos. Por algún tiempo, me fue útil. Dejó de serlo, cuando me dio la impresión que todo el mundo sabía la respuesta apropiada.
Lo que sí
me resultó útil fue entender que podíamos dividir a las personas en dos grandes
grupos. También intuí que la cantidad de miembros de cada grupo haría que la
balanza se inclinara para uno otro lado: al auge o a la crisis.
Con este
breve antecedente, les pido que analicemos la historia que me relataron, hace
un par de días.
Había una
vez una persona que vivía al lado de una avenida, donde vendía unas
hamburguesas. Estaba muy ocupado. Por lo tanto, no oía radio, no leí los
periódicos, ni veía la televisión. Alquiló un local, colocó una gran valla y
anunció su producto gritando a todo pulmón: “Compren deliciosas hamburguesas
calientes”. Como la gente las demandaba, aumentó la compra de pan y carne,
amplió el negocio y dispuso que su hijo dejara un poco la Universidad, donde
estudiaba Administración de Empresas, a fin de que le ayudara.
Su hijo le
dijo: “Papá, ¿tú no escuchas la radio, ni lees los periódico? ¡Estamos
sufriendo una grave crisis! La situación es realmente mala ¡peor no podría
estar! El padre pensó:”Mi hijo estudia en la Universidad, lee los diarios, ve
televisión y escucha la radio; por lo tanto, debe saber mejor que yo lo que
está pasando…”
Compró
entonces menos pan y menos carne, sacó la valla comercial, dejó de alquilar el
local con el fin de eliminar los gastos y ya no anunció sus ricas hamburguesas.
Y las ventas fueron disminuyendo cada días más.
Poco tiempo
después, el padre le dijo al muchacho: “Hijo mio, tenias razón. Estamos
sufriendo una gran crisis”.
Este patrón
de comportamiento puede observarse hoy en día en prácticamente todas las
compañías de la mayoría de sectores. Entonces, vale la pena preguntarse:
“ ¿Cómo romper este circulo vicioso?’”
Se me
ocurre plantear el “principio 90/10” de Stephen Covey. Según este principio, el
10% de la vida está relacionado con lo que nos pasa y el 90%, en la forma en
como reaccionamos.
Usemos un
ejemplo…. Estás desayunando con tu familia. Tu hijo tira accidentalmente una
taza de café y te mancha. Tú no tienes control sobre lo que acaba de pasar. Lo
siguiente que suceda será determinado por tu reacción.
Explotas,
reprendes severamente a tu hijo. El llora. Después peleas con tu esposa por
colocar la taza cerca de la orilla de la mesa. Y sigue una batalla verbal. Tú
vociferando subes arriba a cambiarte. Cuando bajas de regreso, encuentras a tu
hijo llorando, terminándose el desayuno, no está listo y pierde el bus. Tu
esposa debe irse inmediatamente para el trabajo. Te apuras y llevas a tu hijo
al colegio. Debido a que tú estás atrasado, manejas a 50 km/h en una zona
máxima de 30 km/h Después de 15 minutos de retraso y obtener una multa de
tráfico por $60, llegas a la escuela. Tu hijo corre sin decirte adiós. Después
de llegar a la oficina 20 minutos tarde, te das cuenta que se te olvido el
maletín. Tu día empezó terrible. Y parece que se pondrá cada vez peor. Ansías
regresar a tu casa. Cuando finalmente retornar, encuentras distanciamiento con
tu familia.
¿Por qué?
Debido a cómo reaccionaste en la mañana.
¿Por qué
tuviste un mal día? Por tu causa.
Evidentemente,
no tenías control sobre lo que pasó con el café. La forma cómo reaccionaste
esos cortos segundos fue lo que causó tu mal día. Te presento lo que debió
haber sucedido.
El café te
mancha, tu hijo está a punto de llorar. Calmadamente le dices: “Está bien,
muchacho, sólo necesitas tener más cuidado la próxima vez. Después de agarrar
una camisa limpia y tu maletín, regresas abajo y miras a través de la ventana y
ves a tu hijo tomando el autobús. El voltea y te dice adiós con la mano. ¿Notas
la diferencia? Dos escenarios diferentes. A pesar de que empezaron igual, ambos
terminaron diferente. ¿Por qué?
Tú
realmente no tenías control sobre el 10% de lo que sucedió. El otro 90% se
determinó por tu reacción. Otra forma de aplicar el Principio 90/10, según
Corvey, es no dejar que los comentarios negativos nos afecten. Por lo tanto,
metalicémonos para hablar de oportunidades en vez de crisis. Reconozco que
puede ser un ejercicio difícil, en algunos casos dolorosos, pero es la única
manera que remontemos la adversidad.
Lcdo. Kurt
M. Hansen-Holm
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