miércoles, 16 de mayo de 2012

Valores alineados con principios

Cuando alguien menciona Japón, pienso automática- mente en los sistemas organizativos que llevaron a este país a la prosperidad. Entre ellos, Kaisen, Keiretzu y Gestión de la Calidad Total, Kanban: (justo a tiempo). He aprendido acerca de estos conceptos a lo largo de toda mi carrera profesional. Así cuando empezaron a llegar los primeros productos japoneses luego de la segunda guerra mundial: vehículos y electrodomésticos, conocí  que la industria de este país había adoptado en las décadas de 1950 y 1960 las enseñanzas de dos norteamericanos Deming y Jordan sobre la gestión de la calidad total. La idea original, en este caso, se basaba en que la calidad del producto no debía controlarse al final de la línea de producción, sino a lo largo de esta, desde la recepción de materia prima.

Por lo tanto, debía estar arraigado en la cultura de todos los que conformaban la empresa. Luego aprendí que las empresas de este país aplicaban el sistema justo a tiempo, a partir de la década de 1970. Este método reducía la cantidad de inventarios mediante el aprovisionamiento de acuerdo a los requerimientos del proceso, eliminado la necesidad que en cada etapa del proceso de producción se conservara material de reserva generándose ahorros importantes. En la década de 1980 se me explicaba que habían aplicado Kaisen, método que traducido al español significa refinamiento, implicaba que la mejora continua debe involucrar a todos, tanto a gerentes como trabajadores de la misma manera. Este sistema se basaba en que los recursos humanos son el activo más importante de la empresa, que los procesos deben mejorar paulatinamente y nunca radicalmente, considerando la evaluación cuantitativa de los mismos. Finalmente, aprendí en la década de 1990 que Keiretzu significaba grupo sin cabeza. De esta manera, se llamó a la estructura empresarial en la que un número de organizaciones se unían formando una telaraña.

Conocí todos estos esquemas organizativos y los entendí fácilmente quizás porque todos ellos se fundamentaban en factores lógicos: procesos estandarizados, personal comprometido con la calidad, manejo eficiente de inventarios, mejora continua, relación de confianza con proveedores y clientes. Vi también de cerca que tuvieron éxito y otros que fracasaron. El éxito se dio en empresas que entendieron que tenían que pasar de un estructura funcional a una por procesos. En una estructura de esta naturaleza debía  procurarse que los procesos fueran eficaces (permitan alcanzar el objetivo), eficientes (usando el mínimo de recursos), efectivos (eficaz  y eficiente) y adaptables a las siempre combatientes situaciones.

Pensé entonces que la estrategia empresarial era el cerebro y los procesos, la estructura; y me cuestioné siempre acerca de cuál era el espíritu o hilo conductor de energía que daba vida a continuidad al esquema.

Durante la primera década del siglo XXI, me ha llamado la atención que no se discuta algún modelo de organización japonés. Días atrás, a  través de un cliente, me llegó la presentación en Power Point sobre los aspectos más importantes de la cultura empresarial japonesa presentada por Carlos Kasuga Osaka, empresario mexicano hijo de migrantes japoneses, en la primera convención nacional de Emprendedores Universitarios de México. Me da la impresión que ésta responde a aquella inquietud que mencioné; por lo tanto, me permito resumir aquellas diferencias que este expositor observa entre Japón y México. Cita, entre las más importantes a la educación, actitud ante la naturaleza, la religión y la actitud misma ante la vida.

Respecto a educación, subraya que sin despreocuparse en Japón a la educación instructiva, aquella de conocimientos, se pone énfasis en la educación formativa, que se preocupa por inculcar valores como honestidad, puntualidad y limpieza. Menciona que este sistema educativo se relaciona estrechamente con la educación de un empresario de excelencia. Estos pasos son; el bien ser, el bien hacer, el bien estar y el bien tener. El bien ser significa ser honesto, puntual y disciplinado. Una persona que tiene arraigado estos valores basará su comportamiento en el respeto teniendo siempre presente que si esto no es mío, debe ser de alguien.

Veo con gran preocupación la decisión que se está tomando para el salvataje del sistema financiero. Mi preocupación radica en que las autoridades que la están tomando son partidarios del libre mercado, cuyo principio regulador es el interés particular. En este sentido, cada cual debe ser beneficiado o perjudicado por sus acciones. Por lo tanto, al socializar la pérdida a los contribuyentes y al mercado global, posiblemente se obtendría calmar las aguas hoy, pero se estaría perdiendo credibilidad que nos afectaría en cualquier crisis futura.

Hoy más que nunca, los líderes deben tener claro los principios que deben orientar sus acciones. Un marco de referencia lo aporta la publicación de UNIAPAC “La rentabilidad de los valores” al recordarnos que se debe respetar en todo momento la dignidad de la persona y fomentar su desarrollo integral.

David Starr Jordan, educador norteamericano, nos decía: “La sabiduría consiste en saber cuál es el siguiente paso; la virtud, en llevarlo a cabo”.


Lcdo. Kurt M. Hansen-Holm

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