Por lo
tanto, debía estar arraigado en la cultura de todos los que conformaban la
empresa. Luego aprendí que las empresas de este país aplicaban el sistema justo
a tiempo, a partir de la década de 1970. Este método reducía la cantidad de
inventarios mediante el aprovisionamiento de acuerdo a los requerimientos del
proceso, eliminado la necesidad que en cada etapa del proceso de producción se
conservara material de reserva generándose ahorros importantes. En la década de
1980 se me explicaba que habían aplicado Kaisen, método que traducido al
español significa refinamiento, implicaba que la mejora continua debe
involucrar a todos, tanto a gerentes como trabajadores de la misma manera. Este
sistema se basaba en que los recursos humanos son el activo más importante de
la empresa, que los procesos deben mejorar paulatinamente y nunca radicalmente,
considerando la evaluación cuantitativa de los mismos. Finalmente, aprendí en
la década de 1990 que Keiretzu significaba grupo sin cabeza. De esta manera, se
llamó a la estructura empresarial en la que un número de organizaciones se
unían formando una telaraña.
Conocí
todos estos esquemas organizativos y los entendí fácilmente quizás porque todos
ellos se fundamentaban en factores lógicos: procesos estandarizados, personal
comprometido con la calidad, manejo eficiente de inventarios, mejora continua,
relación de confianza con proveedores y clientes. Vi también de cerca que
tuvieron éxito y otros que fracasaron. El éxito se dio en empresas que
entendieron que tenían que pasar de un estructura funcional a una por procesos.
En una estructura de esta naturaleza debía procurarse que los procesos
fueran eficaces (permitan alcanzar el objetivo), eficientes (usando el mínimo
de recursos), efectivos (eficaz y eficiente) y adaptables a las siempre
combatientes situaciones.
Pensé
entonces que la estrategia empresarial era el cerebro y los procesos, la
estructura; y me cuestioné siempre acerca de cuál era el espíritu o hilo conductor
de energía que daba vida a continuidad al esquema.
Durante la
primera década del siglo XXI, me ha llamado la atención que no se discuta algún
modelo de organización japonés. Días atrás, a través de un cliente, me
llegó la presentación en Power Point sobre los aspectos más importantes de la
cultura empresarial japonesa presentada por Carlos Kasuga Osaka, empresario
mexicano hijo de migrantes japoneses, en la primera convención nacional de
Emprendedores Universitarios de México. Me da la impresión que ésta responde a
aquella inquietud que mencioné; por lo tanto, me permito resumir aquellas
diferencias que este expositor observa entre Japón y México. Cita, entre las
más importantes a la educación, actitud ante la naturaleza, la religión y la
actitud misma ante la vida.
Respecto a
educación, subraya que sin despreocuparse en Japón a la educación instructiva,
aquella de conocimientos, se pone énfasis en la educación formativa, que se
preocupa por inculcar valores como honestidad, puntualidad y limpieza. Menciona
que este sistema educativo se relaciona estrechamente con la educación de un
empresario de excelencia. Estos pasos son; el bien ser, el bien hacer, el bien
estar y el bien tener. El bien ser significa ser honesto, puntual y
disciplinado. Una persona que tiene arraigado estos valores basará su
comportamiento en el respeto teniendo siempre presente que si esto no es mío,
debe ser de alguien.
Veo con
gran preocupación la decisión que se está tomando para el salvataje del sistema
financiero. Mi preocupación radica en que las autoridades que la están tomando
son partidarios del libre mercado, cuyo principio regulador es el interés
particular. En este sentido, cada cual debe ser beneficiado o perjudicado por
sus acciones. Por lo tanto, al socializar la pérdida a los contribuyentes y al
mercado global, posiblemente se obtendría calmar las aguas hoy, pero se estaría
perdiendo credibilidad que nos afectaría en cualquier crisis futura.
Hoy más que
nunca, los líderes deben tener claro los principios que deben orientar sus
acciones. Un marco de referencia lo aporta la publicación de UNIAPAC “La
rentabilidad de los valores” al recordarnos que se debe respetar en todo
momento la dignidad de la persona y fomentar su desarrollo integral.
David Starr
Jordan, educador norteamericano, nos decía: “La sabiduría consiste en saber
cuál es el siguiente paso; la virtud, en llevarlo a cabo”.
Lcdo. Kurt
M. Hansen-Holm
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